Uno de los problemas gerenciales a que nos enfrentamos los consultores, es a la colocación de etiquetas que hacen los empleados y gerentes, en sus propias empresas.
Así, aparecen los flojos, los solitarios, los irrecuperables, los conflictivos, los imprudentes, los revolucionarios (en ambos géneros).
En algunos casos, las mujeres, como las chismosas, las agresivas, las gentiles y hasta etiquetas machistas y denigrantes, como las fáciles, las promiscuas, las culebras.
Peor aún es, cuando nos etiquetan bajo las premisas de discapacitados, como lentos, ciegos, sordos o mudos, sin serlo y cuando estos, se merecen nuestro respeto y solidaridad.
El problema de las etiquetas es que crean paradigmas culturales muy difícil de combatir y cambiar. Es como un “meme” cultural o virus comunicacional que se propaga mediante el uso del “radio pasillo” o comunicación informal de las empresas.
Recientemente y gracias a las redes sociales de Facebook, desayune con una entrañable amiga de la juventud. Hablando un poco de todo, me contó de cómo se había perdido de conocer bien a un antiguo amigo-jefe, porque un prejuicio inicial cultural, se lo había impedido.
Escribiendo este post esta mañana antes de entrar a una reunión importante, le comentaba a un colega acerca de las injusticias cometidas por la creación colectiva de las etiquetas paradigmáticas. Me contaba que su esposa acaba de entregar su tesis de grado la cual realizó en los problemas que tienen los zurdos en las escuelas. En la defensa de la tesis y en el momento de explicar la justificación del tema, entregó a su jurado (todos diestros), cartulinas con círculos dibujados y tijeras para zurdos. Todos los círculos salieron rotos, oblongos, peludos o deformes. Todo el jurado se quejó del trabajo y de la mala calidad de las tijeras. Le explicó que así se debe sentir un niño zurdo cuando es obligado a trabajar con tijeras diestras, reglas diestras en escritorios para diestros. Es mas, quién escribe, todavía tiene dudas si nació zurdo y en el colegio lo obligaron a “enderezarse”
Por que el ser “zurdo” en la educación de hace 40 años, nunca fue bien visto. La etiqueta paradigmática mayor es que se les llama diestros a los que escriben con la derecha y siniestros a los que lo hacen con la izquierda. Ya de hecho, con una etiqueta así no se le hará nada fácil el camino.
La cultura paradigmática de la colocación de las etiquetas, se puede romper. Creo, como he mencionado en otros post, que de los campamentos vacacionales se puede aprender muchas cosas útiles en la vida.
Hace dos años, acompañe a un grupo de 60 personas a un campamento de playa para hacer dinámicas de integración, para lo cual hice equipo con un líder campista, el cual a su vez, llamó a otros guías de campamento con experiencia. La edad promedio del grupo de guías era de 22 años. (De ellos se puede aprender mucho). Les pedí que diseñáramos un ejercicio sobre las etiquetas. Al día siguiente el líder me indicó cómo:
“Los dividimos en grupos y cada guía escribe en un “post-it” una etiqueta.
Las palabras deberán ser: egoísta, callado, reservado, conflictivo, alegre,
malhumorado, perdedor etc. Se la pegamos en la frente como una “etiqueta” y
debemos actuar en función de lo que cada uno lee en ella.”
Aparte de divertido, fue bien interesante ver como el colectivo trataba al otro en función de la etiqueta que llevaba en la frente. Así, ignoraban al egoísta, se acercaban al cariñoso y desdeñaban al perdedor. ¿Total, y no es eso lo que realmente hacemos en nuestra vida cotidiana, pegar etiquetas?
Creo que si. La función de la alta gerencia y de los consultores artesanos, es evitar caer en el juego de la colocación de etiquetas. Se trata, de estar un poquito, “en el puesto del otro”, para saber lo que se siente al estar etiquetado.
Creo que si debemos colocar alguna etiqueta, esta debería ser:, “te entiendo”
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